EL HERMOSO COMBATE DE LA ORACION

 


EL HERMOSO COMBATE DE LA ORACION

 

El catecismo de la Iglesia Católica dice: “Se ora como se vive, porque se vive como se ora” {n 2725}.  Oración y vida., pero después sigue explicando: como la vida es un combate, la oración también es un combate.  Se ora como se vive.

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Aquel buen cristiano que entiende que “milicia es la vida del hombre sobre la tierra {job7,1} y que es preciso combatir el buen combate de la fe como decía San Pablo {2 Tim 4,7}, entenderá también que la oración es un combate.

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¿Vas a renunciar a este combate? No es de buen hijo de Dios, no es de buen cristiano.   En este combate de la oración, tenemos que entender como nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica que aparecen obstáculos, en toda guerra hay obstáculos que hay que sortear.

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Un obstáculo del combate de la oración son los conceptos erróneos acerca de la oración, porque algunas veces se presenta y se acepta la oración pero como una especie de yoga o de control mental, como una especie de vaciamiento para lograr una paz, una serenidad que nada tienen que ver con la paz de Cristo.  Y que prescinde de la redención de Jesucristo, y que prescinde de todo ese contenido de fe que me regala la revelación, que me afirma y me explica el magisterio de la Iglesia.

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¡cuidado! entonces con este obstáculo, podemos estar logrando un cierto dominio de pasiones, pero eso no es unión con Dios.

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Otra idea equivocada que puede aparecer más superficial, aquellos que reducen la oración a ritualismos, un poco por escrúpulos, un poco por superstición, un poco de temor de si no rezo todo esto tal vez no voy a conseguir la gracia que tanto espero.

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Dice Jesús cuando recen no recen hablando mucho como hacen los paganos dice.  Vayan a la intimidad nos dice Jesús, a la intimidad del cuarto, del lugar, y ahí el Padre que ve en lo secreto te recompensara, promete Jesús.

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Aquel que logre ese silencio interior y logre un contacto, una relación con Dios, no solamente con una formula o un rito, ese será mirado por el Padre y recompensado por El.

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Otro obstáculo de la oración, y son los mismos fracasos que tantas veces vamos teniendo en este camino de la oración, por ejemplo, en los desalientos que sobrevienen ante las sequedades, ante las desolaciones.  Nos desanimamos, nos puede dar la impresión que pasan los años y no aprendemos a rezar, cuando en realidad lo que el Señor nos pide es ciertamente ser conscientes de que es una lucha, que es un largo camino, pero que Dios está ahí y está mirando en lo secreto de nuestra alma, de nuestros buenos deseos de rezar.

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Otras veces el fracaso en la oración viene por el lado de “parece que Dios no me escucha”, he pedido tanto por la salud de mi hijo, he pedido tanto por tal o cual intención y aparentemente Dios no me concede lo que le he pedido.

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Dice San Agustín: “ No te aflijas si no recibes de Dios inmediatamente lo que pides: es El quien quiere hacerte más bien todavía mediante tu perseverancia en permanecer con él en oración.  Él quiere que nuestro deseo sea probado en la oración. Así nos dispone para recibir lo que él está dispuesto a darnos.

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Además de estos obstáculos en la oración, hay dificultades, como en todo combate se encuentran dificultades.  Una muy inherente al combate de la oración es la distracción, y especialmente el catecismo se refiere a esa distracción como más profunda, aquella donde veo que quiero rezar pero permanentemente me acuerdo de tal o cual cosa, se me viene a la memoria tal o cual preocupación, es como que la distracción siempre va hacia un solo lugar, y ahí es que el catecismo dice:

“la distracción descubre al que ora aquello a lo que su corazón esta apegado {n 2729}.  A veces estoy demasiado apegado a esquema de vida, o a mi propia vida, estoy demasiado apegado a querer ver las cosas, tenerlas, sentirlas, y cuando veo un peligro inminente o una deuda en puerta, o una cuestión de salud, me desespero, me angustio y esto permanentemente se convierte en fuente de distracción al hacer mi oración.

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Por eso Jesús dice: no estén preocupados como hacen los paganos, por con que se van a vestir, con que van a comer, mi Padre los va a cuidar.

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La distracción entonces nos revela donde esta nuestro corazón, el mismo Cristo dice: ahí donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón {Mt 6,21}.

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Si amo obsesivamente, desordenadamente algo, es preciso entender que mis distracciones van a ir habitualmente para ese lado. 

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Entonces ¿Cómo hago para sortear esta dificultad? Tengo que ordenar el corazón, ordenar amores, se dan cuenta que acá no se trata de encontrar un método de moderación, mientras yo no elija a quien tengo que servir, voy a seguir así, tratando de servir a dos señores, y así no se puede, “no podéis servir a dos señores”, dice Jesús. 

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Aquel que logra convertirse, volver a convertirse y volver a buscar a Dios, entonces está en camino de vuelta, esta puesto en pie, en pie de guerra y por lo tanto agradando a Jesús, aunque el se sienta lleno de heridas y con sus ropas hechas jirones.

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Otra dificultad que aparece en la oración es la sequedad, la desolación, como un desierto, como una tierra que ha pasado mucho tiempo sin lluvias, parece que está muerta, no hay vida ahí, esta como clamando al cielo un poco de humedad.  Así a veces muchas veces el alma se siente.  Algunas veces puede ser culpablemente, porque como aquella semilla en la parábola del sembrador que cayó sobre piedra germino, pero no echo raíces, entonces ante algunas tribulaciones se vino abajo.  Así le pasa al hombre que no lee más, que no medita o no vive las cosas que sabe que tiene que vivir, es decir, esta con pocas raíces, y en el momento entonces de la sequedad parece que todo se viene abajo.

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Pero otras veces la sequedad con más razón en la persona que está tratando de hacer las cosas bien, significa una purificación de la fe, él tiene que seguir creyendo que el Señor no se fue, sigue estando ahí, aunque no lo sienta como lo sentía antes, tiene la posibilidad de madurar, tiene la posibilidad de hacer actos como más puros, porque no la está pasando bien en esta hora de adoración, o en este rezo del rosario, no es que esta con gusto haciéndolo y puede sentir grandes tribulaciones como le pasaba a santa Teresa de Calcuta, con una gran oscuridad en su fe y sin embargo seguía fiel a sus devociones, seguía fiel a los tiempos y momentos de oración.  Así se purifica la fe del amigo de Dios.

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Pero además de los obstáculos, las distracciones, aparecen verdaderas tentaciones, y ahí el combate es contra nosotros mismos y también contra el tentador, contra Satanás.

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La tentación más frecuente, la más oculta dice el catecismo de la Iglesia es nuestra falta de fe, que se traduce muchas veces en no ver la necesidad de la oración, porque tengo muchas cosas que hacer, porque no me parece tan necesario esto, en cambio si me parecen necesarias tantísimas cosas.  Entonces la oración se posterga, o se acorta, o se hace las prisas.

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El corazón otras veces está muy arrogante, en el fondo por más que quiera rezar y por más que ame a Dios no se termina de convencer de que lo necesita. Las palabras que dice Jesús en la última cena,” sin mi nada podéis hacer”, no las termina de aceptar.  Porque el piensa que puede hacer mucho “solo”. Y que la gracia de Dios es simplemente un empujón una ayuda.

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Cuando Jesús me dice “sin mi nada podéis hacer”, entonces si no rezo, como pretende hacer algo, como pretendo dar pasos en la santidad para alcanzar el cielo.

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Otra tentación con la que nos tenemos que enfrentar es la “Acedia”, esa especie de pesadez, esa pereza espiritual, dice el catecismo:

 

Los padres espirituales entienden por ella una forma de aspereza o de desabrimiento debidos a la pereza, al relajamiento de la ascesis, al descuido de la vigilancia, a la negligencia del corazón { n 2733}.

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En definitiva es lo que dice Jesús cuando despierta a los apóstoles y les dice en Getsemaní: “El espíritu esta pronto, pero la carne es débil” {Mt 26,41}

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Enfrentémonos entonces contra estas tentaciones, no nos va a faltar la gracia, y tampoco faltaran las tentaciones, pero así se hace el soldado en la lucha, en el combate, y así se hace el cristiano, el hombre de oración, que aprende entonces a combatir este hermoso combate de la fe, este hermoso combate de la oración.

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Miremos el ejemplo del profeta y rey David, tantas cosas buenas había hecho por su pueblo y por Dios, tantos salmos preciosos habían cantado y había compuesto para gloria de Dios, pero siendo viejo cometió pecados impresionantes, un adulterio, el asesinato del esposo de la mujer con la cual había cometido adulterio, no se podía creer que David hubiera hecho esto.  Como comienza el relato del segundo libro de Samuel donde aparecen estas historias, comentando que David ya no iba al campo de batalla, había mandado a su general Joab y a su ejército a luchar por él, pero él se quedaba en el palacio, cómodo, tranquilo, y ahí sobrevino su gran caída.

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Esto es lo que le pasa al cristiano cuando empieza a aflojar en el combate, cuando empieza a sentir que esta más cómodo, que ha logrado un cierto nivel espiritual según él cree, y se olvida entonces de vigilar, se olvida entonces de combatir.  Pueden sobrevenir las caídas más estrepitosas, por eso no olvidemos, se reza como se vive, se vive como se reza.  La vida es un combate y la oración también tiene que ser un combate.

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Perseveremos en la fe

Paz y bien.

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